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Amar con el cerebro y el corazón: 10 años de matrimonio

  • Foto del escritor: neurocontigocol
    neurocontigocol
  • 8 may
  • 3 Min. de lectura

“El amor no solo se siente, se construye en el cerebro con cada elección y emoción compartida.”


A Por: Una pareja, 10 años después


Hace diez años dijimos “sí”, sin saber que también estábamos diciendo sí a una aventura de auto reconocimientos que nos enseñaría más sobre el amor de lo que cualquier comedia romántica podría mostrar. Hoy, después de una década compartiendo vida, cerebro y corazón, queremos abrir una ventana íntima desde nuestra experiencia como esposos… y desde nuestro amor por la ciencia del comportamiento humano.


Sí, somos pareja. Y también neuropsicólogos.


1. El amor es químico, pero también es elección


La dopamina nos hizo enamorarnos como adolescentes. Pero lo que nos mantiene unidos no es solo ese fuego inicial, sino la oxitocina (sí, esa hormona del vínculo) y una decisión consciente: elegimos todos los días quedarnos. Elegimos escucharnos, regularnos emocionalmente, y construir. El amor verdadero no es impulso, es arquitectura emocional.


2. La amígdala no tiene por qué arruinar una discusión


En el calor de una discusión, la amígdala (esa parte primitiva del cerebro que detecta amenazas) puede activarse como si estuviéramos frente a un tigre, no frente a nuestra pareja. ¿Nuestro consejo? Pausa estratégica. Respira. Reconoce que tu cerebro está en “modo supervivencia” y no en “modo conexión”. Luego, responde desde la corteza prefrontal, el área de la razón y la empatía. Discutir con compasión es posible.


3. El cerebro se moldea: la neuroplasticidad del amor


Sí, el cerebro cambia con lo que repetimos. Y el amor también. Durante años hemos cultivado pequeñas rutinas: un café por la mañana juntos, mensajes espontáneos durante el día, tomarnos de la mano en silencio. Esas costumbres fortalecen nuestras redes neuronales del vínculo. El amor no se desgasta… se entrena.


4. Conocernos a través de nuestras funciones ejecutivas


Como neuropsicólogos, no podemos evitar analizar nuestras funciones ejecutivas: ¿quién planifica mejor?, ¿quién regula mejor sus impulsos?, ¿quién es más flexible cognitivamente? No para competir, sino para comprender. Sabemos que nuestra forma de amar también pasa por la manera en que nuestro cerebro organiza el mundo. Y entender eso nos ha salvado de más de un malentendido.


5. No somos los mismos… y eso es maravilloso


Hace 10 años éramos otros. Literalmente. El cerebro cambia. Las experiencias vividas, los aprendizajes, las pérdidas, los logros, todo reconfigura nuestras redes neuronales. En vez de buscar al “de antes”, aprendimos a enamorarnos de las nuevas versiones del otro. La clave: curiosidad constante. Preguntarnos cómo se siente el otro hoy, quién está siendo hoy, qué sueña ahora.


6. El sexo también tiene neurociencia (y alma)


La intimidad sexual no es solo piel: es cerebro. La oxitocina, la serotonina, la dopamina, todo eso importa. Pero lo más importante ha sido permitirnos hablar sin tabúes, reconocer los cambios hormonales, emocionales y vinculares. Amar también es aprender a tocar el cuerpo… desde el respeto al ritmo del otro.


7. El humor: nuestro recurso favorito


Reír juntos activa áreas cerebrales vinculadas al placer y la empatía. En los momentos difíciles, el humor ha sido nuestro puente. No como evasión, sino como medicina. El humor es una estrategia cognitiva y afectiva. En nuestra relación, reír es más que un alivio: es una forma de amar.


8. Cuando uno cae, el otro regula


En Psicología hablamos de coregulación emocional. Cuando uno está ansioso, el otro puede ser refugio. Cuando uno se siente inseguro, el otro puede ser ancla. Aprendimos a leernos más allá de las palabras. Conocernos en nuestras señales neurofisiológicas (ritmo cardíaco, tono de voz, mirada) nos ha permitido sostenernos incluso en silencio.


9. Terapia de pareja: no es un signo de debilidad, es mantenimiento del cerebro vincular


Así como vamos al médico para chequeos físicos, creemos que el espacio terapéutico fortalece la salud emocional. Como neuropsicólogos, sabemos que el cerebro relacional se fortalece en el diálogo seguro, guiado, cuidado. Ir a terapia fue una de nuestras mejores decisiones.


10. Amar es un acto neuroconsciente


Amar no es solo sentir. Es pensar, elegir, regular, adaptarse, crecer. Es un proceso neuroconsciente: con intención, con atención plena al otro, con ciencia y con alma. Nuestro cerebro nos permite amar, pero somos nosotros quienes decidimos cómo hacerlo.



Después de diez años, no somos expertos en el amor universal. Pero sí en el nuestro. Y eso nos basta para seguir aprendiendo, día a día, cómo ser dos cerebros… que eligen amarse con el corazón.


Marlén Yovana Pachon Poveda

Juan Sebastián Parra Méndez

Cofundadores de NeuroContigo

Mg’s Neuropsicologia

Psicólogos

 
 
 

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